Ella siempre había pensado que el matrimonio era algo sinsentido, algo absurdamente caro (sí es) y que un papel no define un “para siempre” o “fidelidad eterna” o lo que a usted se le antoje pensar.
Quizá mucha gente sueña con una boda de ensueño y, no va a mentir, la fiesta y las bodas son divertidas y las mexicanas, mejor. A ella le encantan.
Hasta que él llegó. Cuando lo conoció, se dio cuenta que había encontrado a su mejor amigo. Ese con el que puede ser ella misma, al que le puede contar todo y hacer de todo. Ese hombre que es todo. Ella aceptó casarse.
¿Por? Quizá porque para él era importante, y para ella, era hacer algo que con nadie había querido, deseado o planeado. Era algo especial entre ellos. Era otra probadita de amor.
Cinco propuestas atrás nunca se sintió tan segura al decir que sí a alguien. Nunca vio su futuro con ellos, nunca había estado más de tres años con ninguno. Nunca.
Nunca digas nunca.